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Bonus en solidaridad con ese gran periodista de radio que es Orlando Barone: blog de Orlando.
Espacio de información, diálogo y opinión para la comunidad de docentes y estudiantes de la Comisión 12 de Teoría Política y Social I (Clásica), Cátedra Borón, Carrera de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires (UBA)
El Estado existe, entre otras cosas, para conjurar la incertidumbre y peligros de la inseguridad civil y social. Negar equidad social es lo mismo que declararse contrario al pacto que instituye una sociedad moderna (1)
Seguridad es seguridad civil pero también seguridad social. Es la seguridad de ser bien curados, la seguridad de un ingreso, la seguridad de ser educados. Es la seguridad de poder garantizar a futuras generaciones condiciones de vida mejores que las que nosotros tuvimos.
Para esto es esencial contar con la seguridad del derecho y no solamente “derecho a la seguridad”. El derecho a la seguridad nunca puede realizarse sin que exista la seguridad del derecho: seguridad de que la ley es pareja para todos, sin privilegios ni impunidad. Destaquemos el hecho de que estas certidumbres sólo pueden serlo inmersas en el orden de una ciudad (o régimen) libre (o autónoma), esto es: con libertad política como expresión del poder de todos, de un bien compartido.
No puede reducirse la seguridad concibiéndola “siempre y solamente en relación con los lugares públicos y de visibilidad pública o con relación a un pequeño número de delitos que entran en la así llamada criminalidad tradicional (sobre todo agresiones con violencia física a la persona y al patrimonio), que están en el sentido común y son dominantes en la alarma social y en el miedo a la criminalidad"(2). Se fue abandonando, lamentablemente, una concepción de la seguridad que tenga en cuenta la provisión de garantías de derechos y de reaseguros sociales a la población, a toda persona que viva en un territorio, cualquiera sea, y por supuesto también de la posibilidad de transitar sin riesgos de ser víctimas de diferentes expresiones de la violencia en los espacios urbanos.(3)
Desde una perspectiva afín, Luigi Ferrajoli nos dice que la exclusión a la que conduce la pobreza como proceso es también un estado en el que las personas son privadas de la ley. Esto es importante porque para este filósofo el derecho debe ser la ley del más débil, una protección para aquellos que no tienen poder.(4)
Para la tradición republicana democrática, son las instituciones las que protegen a los ciudadanos frente a las asimetrías que necesariamente existen en cualquier sociedad. La protección de las leyes es la compensación en términos de capacidades y poder de los menos aventajados frente al que detentan por sí mismos y por su acumulación particular, los ricos y más poderosos.
Por eso, para el republicanismo, sólo somos auténticamente libres cuando toda posibilidad de opresión social o dominación autoritaria es clausurada. Vivimos seguros porque nadie puede someternos arrebatando nuestra libertad común. Por eso, y vean si esto no es un argumento muy interesante, libertad-poder-seguridad son sinónimos y no cuestiones que deben resignarse u oponerse mutuamente.
Esta es una idea republicana no comprendida en tradiciones políticas muy emparentadas con la figura de un líder (a quien siempre se le atribuyen condiciones extraordinarias) y también por el liberalismo, especialmente por el de cuño conservador. “Mientras los liberales equiparan la libertad con la ausencia de interferencia, los republicanos la equiparan con estar protegidos contra la exposición a la interferencia voluntaria de otro: estar seguros contra tal interferencia. Libertad, en este sentido equivale a no estar bajo el poder que tiene otro de hacernos daño, a no estar dominados por otro. La libertad como no dominación –la libertad como seguridad contra la interferencia arbitraria- es un ideal completamente diferente de la libertad como estricta no interferencia.”(5)
Una ciudad republicana y sus ciudadanos, entonces, viven seguros porque tienen un poder público detrás en el que respaldarse, y ese poder es preservado en el ejercicio de la política y sus instituciones libres sobre las cuales –retomando el principio- esa ciudadanía tiene acción y control.
Nunca las ciudades sometidas a servidumbre alcanzaron la grandeza de aquellas que vivieron libres. Aquí tenemos algo verdaderamente importante: si hay un fin deseable ese es el de la gloria de nuestra patria, su grandeza. Si acaso es lícito pensar en finalidades últimas, he ahí la obra máxima de la política. Buscar la libertad es buscar la grandeza, pues “la libertad es la clave de la grandeza” (Skinner, 1991).
Si la libertad es el camino de la grandeza, esa libertad requiere de un auxilio importante: la virtú. La ciudadanía, pero especialmente los ordenamientos republicanos, son depositarios del cuidado de la libertad. Funcionales a esta misión son la religión cívica, el patriotismo, el espíritu fundante que descansa en la constitución. Algo muy particular de esta constitución mixta es su capacidad de canalizar el conflicto entre grupos y sus humores contrapuestos, por un lado; el carácter inclusivo (político y social) de ella, el otro. El ideal de autogobierno, el principio de la libertad como no-dominación y su puesta en acto, la des-unión, conforman la característica de apertura a todos del poder, su horizontalización-dispersión y por ello su multiplicación.
Recién en este momento podemos hablar de estabilidad. La estabilidad del régimen ocurre porque se ha horizontalizado el poder. Eso hace a una república. Y se lo ha multiplicado (dispersándolo) en la ciudad porque la libertad es eso. Cada poder controla a los otros. “La estabilidad, por tanto, sólo se obtiene al precio de la institución de mecanismos de control del poder” (Funes, 2004). La inestabilidad se vincula con el ejercicio de un poder sin límites; los límites institucionales al ejercicio del poder generan como consecuencia la estabilidad.
Si aceptáramos el supuesto de la primacía de la estabilidad, tendríamos que aceptar también un hecho que se desprendería de él: volvernos indiferentes a la preferencia entre dos modelos de república: la de Roma v. la de Esparta-Venecia (aún sabiendo que sólo una lo es verdaderamente y las otras son una licenza de los grandes enmascarada). Y asumir esto contradice lo expuesto por Maquiavelo en el Libro I de Discursos. Maquiavelo piensa que una república perfecta es aquella cuyo régimen se incrementa en el tiempo y cuya ciudad se expande en el espacio. Tiempo y espacio hacen a la potencia del régimen.
Hay dos caminos para la estabilidad. El modelo de “república” aristocrática y el modelo romano. “Así como existe una estabilidad derivada de la unión, así también existe otra, fundada en la des-unión” (Funes, p.82). Y el modelo de roma nos enseña que lo que hace durar es a la vez lo que hace crecer. Duración y crecimiento no se excluyen: se implican y realizan mutuamente si la estrategia es por la vía de la des-unión, única república que merece su nombre y que defiende el florentino.
Fuentes (se recomiendan):
-Ernesto Funes: La desunión. República y no-dominación en Maquiavelo. Gorla. Buenos Aires. 1ra. ed. (2004).
-Quentin Skinner: Maquiavelo. Alianza. Madrid. (1991).