
¿Cuál fue el último gesto de resistencia de Salvador Allende: dar la vida, pronunciar ese discurso final por radio, morir luego de ese discurso? Esa o esas acciones agrandaron su figura póstumamente, porque las acciones que se hacen en defensa de la libertad pueden ser tan amargas y sobrehumanas como gloriosas.
Si se trata de Hollywood, en estos temas hay que moderar las expectativas. Pero viene al caso el debate que trajo un año atrás el estreno de
300, inspirada en
un comic de Frank Miller, sobre la resistencia de un puñado de espartanos (eran tespios, en mayor número) comandados por su rey
Leónidas frente a los persas del emperador
Jerjes en la cruenta
batalla de las Termópilas.
Antes del estreno, Juan Sasturain escribió una
interesante nota critica sobre la historieta y su conexión nada menos que con el genial Oesterheld.
Despúes del estreno, muchos vieron en ella el espíritu chauvinista norteamericano y la autoasunción de ser la última muralla de razón, libertad y esperanza frente al avance del misticismo y la tiranía de oriente. Miller declaró que siempre encontró "
fascinante cómo las sociedades libres dependen de sus dictaduras internas para protegerse. Es decir, cuando estamos en peligro no enviamos al Congreso de los Estados Unidos, enviamos a los marines, que están entrenados y jerarquizados como los habitantes de un estado totalitario." A confesión de parte relevo de pruebas.
Pero otros, entre los que se cuenta nada menos que a Slavoj Zizek, pensaron que
la película es exactamente lo contrario: la lucha disciplinada y heroica de ciudadanos libres de un país pobre frente a la opulencia armada de un despotismo imperial que en la actualidad vendría a ser la resistencia de los oprimidos frente al imperio contemporáneo: los Estados Unidos.
En
una escena, Jerjes furioso advierte a Leónidas que borrará a Esparta de la Historia, que cegará y mutilará el habla de
cualquiera que ose dejar
testimonio de la gloria de ese puñado de suicidas. Le dice que el Mundo jamás sabrá que existieron. Jerjes era inteligente y adivinó lo que buscaban los griegos con esa inmolación. Y en eso, Leónidas ganó de punta a punta.
Sin escapar del debate del que hablábamos, lo que tiene sentido pensar es una cuestion
supergriega: ¿qué puede significar, cuál es el sentido de organizar la memoria, transformarla en la garantía de inmortalidad de las acciones humanas?