Hoy, en The Nation, publican una nota con declaraciones de una señora mayor, la Reina Sofía de España. Habría declarado que "Si esas personas [los homosexuales] quieren vivir juntas, vestirse de novios y casarse, pueden estar en su derecho, o no, según las leyes de su país: pero que a eso no lo llamen matrimonio, porque no lo es. Hay muchos nombres posibles: contrato social, contrato de unión".
A los republicanos nos importa poco lo que diga la monarquía, pero de vez en cuando hay que volver a tirarlos por la ventana (metafóricamente, claro). Lo central aquí es analizar dos cuestiones ligadas claramente a la teoría política: 1) el lenguaje y sus implicancias; 2) la cuestión del derecho a tener derechos (y que derechos iguales se llamen de igual forma).
1) Cuando hablamos utilizamos palabras cuyo sentido y significado dependen del juego de lenguaje en el que estén insertas. Por eso mencionamos a Ludwig Wittgenstein en las primeras clases. Una palabra posee múltiples usos, significados y -si la palabra es un verbo- es muy probable que con ella podamos referirnos a un vasto conjunto de diferentes acciones. El término pensar es un buen ejemplo.
Y cuando alguien nos dice "política", "amigos" o "Racing Club", automáticamente encuadramos la palabra en una caja de sentido que ya teníamos.
Si la palabra es matrimonio, el encuadramiento al que muy rápidamente irá a ubicarse se compone de dos prenociones bastante arraigadas en sociedades judeocristianas: santidad y familia heterosexual. Aquí empieza la cosa porque se activa un estereotipo de lenguaje. Y aunque la mayoría de las personas no sean homofóbicas, asocian matrimonio con sexo (entendido como diferencia entre varones y mujeres).
Veamos qué ocurre si hacemos una definición distinta de matrimonio (que a mi me parece mucho más precisa, sin importar la identidad sexual de sus integrantes): "El matrimonio es una institución social que representa un compromiso público de amor entre dos personas para toda la vida (mientras sigan amándose)" ¿Qué tiene que ver aquí si esas dos personas son de la tribu heterosexual, gay, lesbiana, travesti, transexual, transgénero, bisexual, eh? No es lo relevante en esa definición. Pasemos a la cuestión de los derechos.
2) La pregunta puede hacerse de una manera distinta a como la hacen sistemáticamente los conservadores (¿estás a favor del matrimonio-gay?) Por ejemplo: "¿Estás de acuerdo con el matrimonio entre personas de un mismo sexo?" Antes de seguir: siempre puede decirse que sí sin preocuparse por la forma (encuadramiento) de la pregunta, como también decir que no porque -por ejemplo- hay gays a los que no les interesa la forma (institución) matrimonio.
Lo que queremos mostrarles, más allá de la cuestión del matrimonio específicamente, es el ejercicio sano y crítico del cambio de encuadre cuando percibimos una carga oculta de intencionalidad en él. Un ejemplo sería contestar: "Yo creo en iguales derechos entre ciudadanos/as. Y no estoy dispuesto a que el Estado o alguna otra organización me digan con quien puedo o debo casarme y con quien no. El matrimonio tiene que ver con un compromiso público de amor entre dos personas. Negarle ese derecho a casarse a dos personas es una violación a la dignidad humana. ¡Suck that tangerine, nabo!"
Mucho de esto puede leerse en No pienses en un elefante. Lenguaje y debate político buenísimo librito de George Lakoff.
Nota after Obama: Los demócratas ganaron California. Sin embargo, en esa jornada también se votó (resultó 70 a 30) una enmienda que prohíbe todo matrimonio que no sea heterosexual. En éste artículo, Mariana Enríquez busca algunas razones para intentar comprender.
A los republicanos nos importa poco lo que diga la monarquía, pero de vez en cuando hay que volver a tirarlos por la ventana (metafóricamente, claro). Lo central aquí es analizar dos cuestiones ligadas claramente a la teoría política: 1) el lenguaje y sus implicancias; 2) la cuestión del derecho a tener derechos (y que derechos iguales se llamen de igual forma).
1) Cuando hablamos utilizamos palabras cuyo sentido y significado dependen del juego de lenguaje en el que estén insertas. Por eso mencionamos a Ludwig Wittgenstein en las primeras clases. Una palabra posee múltiples usos, significados y -si la palabra es un verbo- es muy probable que con ella podamos referirnos a un vasto conjunto de diferentes acciones. El término pensar es un buen ejemplo.
Y cuando alguien nos dice "política", "amigos" o "Racing Club", automáticamente encuadramos la palabra en una caja de sentido que ya teníamos.
Si la palabra es matrimonio, el encuadramiento al que muy rápidamente irá a ubicarse se compone de dos prenociones bastante arraigadas en sociedades judeocristianas: santidad y familia heterosexual. Aquí empieza la cosa porque se activa un estereotipo de lenguaje. Y aunque la mayoría de las personas no sean homofóbicas, asocian matrimonio con sexo (entendido como diferencia entre varones y mujeres).
Veamos qué ocurre si hacemos una definición distinta de matrimonio (que a mi me parece mucho más precisa, sin importar la identidad sexual de sus integrantes): "El matrimonio es una institución social que representa un compromiso público de amor entre dos personas para toda la vida (mientras sigan amándose)" ¿Qué tiene que ver aquí si esas dos personas son de la tribu heterosexual, gay, lesbiana, travesti, transexual, transgénero, bisexual, eh? No es lo relevante en esa definición. Pasemos a la cuestión de los derechos.
2) La pregunta puede hacerse de una manera distinta a como la hacen sistemáticamente los conservadores (¿estás a favor del matrimonio-gay?) Por ejemplo: "¿Estás de acuerdo con el matrimonio entre personas de un mismo sexo?" Antes de seguir: siempre puede decirse que sí sin preocuparse por la forma (encuadramiento) de la pregunta, como también decir que no porque -por ejemplo- hay gays a los que no les interesa la forma (institución) matrimonio.
Lo que queremos mostrarles, más allá de la cuestión del matrimonio específicamente, es el ejercicio sano y crítico del cambio de encuadre cuando percibimos una carga oculta de intencionalidad en él. Un ejemplo sería contestar: "Yo creo en iguales derechos entre ciudadanos/as. Y no estoy dispuesto a que el Estado o alguna otra organización me digan con quien puedo o debo casarme y con quien no. El matrimonio tiene que ver con un compromiso público de amor entre dos personas. Negarle ese derecho a casarse a dos personas es una violación a la dignidad humana. ¡Suck that tangerine, nabo!"
Mucho de esto puede leerse en No pienses en un elefante. Lenguaje y debate político buenísimo librito de George Lakoff.
Nota after Obama: Los demócratas ganaron California. Sin embargo, en esa jornada también se votó (resultó 70 a 30) una enmienda que prohíbe todo matrimonio que no sea heterosexual. En éste artículo, Mariana Enríquez busca algunas razones para intentar comprender.