martes, 19 de enero de 2010

Elecciones en Chile: postales elocuentes

Miren esos rostros eufóricos. La agitación de esos brazos con salero que no habitúan labores ni empeños. La impostura de esos lentes, porque algo debe interponerse entre el mundo y la particular forma con que lo miran. El que sostiene el busto del dictador, del asesino sonriente, tal vez lamente su incompletud.

Por la edad y la apariencia, y por el prejuicio que supone toda foto, imaginamos que oyeron las cacerolas del '73, las que derrocaron a Allende. Las que lograron lo mismo que el revolucionarismo abstracto del MIR, que lo corría por izquierda de la mano de la ranciedumbre de derecha que lo volteó. En eso se parecían.

Decían que Piñera era la derecha no Pinochetista. Pero, ¿de quién estarán más cerca estos clasemedieros de instrucción mínima, del dictador o de Allende? El 86% de los votantes de Piñera, que tenían derecho a voto en el plebiscito de 1988 por el SI o el NO a la continuidad de Pinochet , apoyaron al dictador



Ganar elecciones y estar en el poder no son sinónimos. Por las urnas no llegaban desde hacía 49 años. A los tiros sí, en el 73 y hasta el 90. Deben sentirse rehabilitados. El odio profundo, clasista inconciente o a sabiendas, no se cura ni prescribe. Como los crímenes de lesa humanidad que cometieron y que la Concertación no buscó que se juzguen. Como las reformas económicas que hicieron de Chile el país más desigual de la región, aunque una y otra vez se escuche la tilinguería local llamarlo "modelo" junto al Pacto de la Moncloa de la Impunidad de la Santa Madre España.

Por casa, el cachivache que hace de embajador argentino en Chile dijo: "Algunos argentinos creen que fue una elección entre Stalin y Hitler pero no es así”. ¿Cuánto pisco hay que tomar para ver en Frei a Stalin? Para vidas paralelas, mejor Plutarco.

Y hablando de paralelas, algunas se tocan: Maurizio y el Colo estaban chochos de contentos con el triunfo de la derecha en Chile.

En América Latina hay algunos agrupamientos por similitudes: Venezuela, Ecuador y Bolivia. Colombia, Perú y ahora Chile. El caso de Brasil es muy importante: siendo el más poderoso de la región, Lula fue menos que tibio a la hora de conformar una alternativa al neoliberalismo. Tabaré, la ingravidez. Argentina, una de aquí y otra de allá. La Concertación mantuvo un flemático tono moderado. No era salvaje como el régimen pero tal vez hasta el gastado mote de progresista le iba holgado. Entonces:
  • ¿Qué hubiese ocurrido en Chile si la Concertación hubiese planteado un esquema posneoliberal?
  • ¿Por qué, con la continuidad, no se desmontaron las bases económicas del Pinochetismo?
  • ¿El "centro" no es el rostro humano con que se disfraza la derecha y el cementerio de las banderas de la izquierda democrática?
Tomar nota: un oso amaestrado no deja de ser un oso.

Dos análisis, acá y acá. Otras 6 postales. Gran Saludo al querido Pedro, una perla detrás de la cordillera, que se estará lamentando. Y un recuerdo en este blog para el más íntegro de nuestros hermanos.

2 comentarios:

Federico dijo...

Qué autocrítica debe hacer la centroizquierda argentina? Por qué no logra "prender" en la gente? No puede deberse UNICAMENTE a los medios de comunicación.

Abrazo

Anónimo dijo...

En los 90´ las burocracias dictatoriales del “socialismo irreal” de Europa del Este implosionaron, los Partidos Comunistas del resto del mundo se volvieron socialdemócratas y las socialdemocracias se hicieron neoliberales. Luego, vinieron los estragos sociales del neoliberalismo con la derivación lógica de estallidos sociales como los Cacerolazos en Argentina o el Caracazo ocurrido años antes en Venezuela. El fin de la historia parecía volverse realidad, solo que contra el propio neoliberalismo que la había engendrado. Ante este panorama llegaron los denominados populismos, surgieron algunas utopías autonomistas y una centroizquierda que con diferentes matices tomó el timón de la historia latinoamericana, pero el descanso en el crecimiento económico global de los últimos años no alcanzó por sí solo para una férrea construcción política de las clases subalternas, por el contrario, proliferaron las ideas anti-partido, la economía tuvo una tendencia al aumento de la tasa de explotación, la matriz de distribución regresiva del ingreso se amplió aumentando la desigualdad social y las devaluaciones como bien sabemos reactivaron la economía (y las ganancias capitalistas) pero a costas del salario de los trabajadores. Encima, como si esto fuera poco, la derecha volvió a tomar protagonismo incluso ganando elecciones.
Luego, la crisis "financiera" del año pasado que momentáneamente respira en nuevas burbujas, el golpe de estado en Honduras y la derecha más recalcitrante ganando terreno nuevamente en Argentina, Bolivia, Brasil y Chile. Tal vez Evo fue quien mejor pudo resistir, aunque con una mochila todavía bastante pesada de cargar en materia social. Uruguay apenas conservó la etiqueta progresista en el poder, digo etiqueta no solo por el fiasco que fue Tabaré Vazquez sino por las primeras declaraciones de Mujica luego de ganar las elecciones: “antes pensábamos que íbamos a cambiar el mundo y ahora arreglamos calles”. Por ello, creo que el problema no solo reside en el protagonismo que está teniendo nuevamente la derecha, sino en el desgaste que este proceso está generando en el propio seno del progresismo latinoamericano. Por ello, resulta más necesario que nunca retomar las banderas del socialismo sin titubeos, porque cuando la derecha ataca lo hace sin ningún tapujo, recurriendo a golpes de estado con militares, policías y cualquier cosa que huela a represión. Y con ello no solo hay que tener cuidado sino que hay que estar preparados. No obstante, también debemos aprender de los errores del pasado, revindicando a aquellos valiosos luchadores como Allende y el Che que lucharon por el socialismo, pero también aprendiendo de los errores estratégicos que derivaron en la debilidad frente al embate pinochetista por un lado y en regímenes dictatoriales de partido único por el otro. Creo que sacar esas lecciones es la tarea de cualquier espíritu revolucionario que desee continuar con el legado de aquellos que quisieron cambiar nuestro mundo. Dependerá de nosotros, de nuestro compromiso, estrategia y de nuestra militancia.