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miércoles, 17 de junio de 2009

La duda: ¿Es la estabilidad el fin supremo para Maquiavelo?


Al menos eso parece indicar la ingeniosa pregunta que dos alumnos de esta comisión formulan. Según sus argumentos, el fin de toda la ingeniería conceptual de Maquiavelo es el de la búsqueda de una estabilidad consistente. La libertad y la igualdad de la república, la virtud cívica, etc, son medios para ese fin. En mi opinión, esto no es así. Sostengo que la centralidad del dispositivo maquiaveliano radica en la potencia del elemento vital: la libertad política. Veamos por qué.

Nunca las ciudades sometidas a servidumbre alcanzaron la grandeza de aquellas que vivieron libres. Aquí tenemos algo verdaderamente importante: si hay un fin deseable ese es el de la gloria de nuestra patria, su grandeza. Si acaso es lícito pensar en finalidades últimas, he ahí la obra máxima de la política. Buscar la libertad es buscar la grandeza, pues “la libertad es la clave de la grandeza” (Skinner, 1991).

Si la libertad es el camino de la grandeza, esa libertad requiere de un auxilio importante: la virtú. La ciudadanía, pero especialmente los ordenamientos republicanos, son depositarios del cuidado de la libertad. Funcionales a esta misión son la religión cívica, el patriotismo, el espíritu fundante que descansa en la constitución. Algo muy particular de esta constitución mixta es su capacidad de canalizar el conflicto entre grupos y sus humores contrapuestos, por un lado; el carácter inclusivo (político y social) de ella, el otro. El ideal de autogobierno, el principio de la libertad como no-dominación y su puesta en acto, la des-unión, conforman la característica de apertura a todos del poder, su horizontalización-dispersión y por ello su multiplicación.

Recién en este momento podemos hablar de estabilidad. La estabilidad del régimen ocurre porque se ha horizontalizado el poder. Eso hace a una república. Y se lo ha multiplicado (dispersándolo) en la ciudad porque la libertad es eso. Cada poder controla a los otros. “La estabilidad, por tanto, sólo se obtiene al precio de la institución de mecanismos de control del poder” (Funes, 2004). La inestabilidad se vincula con el ejercicio de un poder sin límites; los límites institucionales al ejercicio del poder generan como consecuencia la estabilidad.

Si aceptáramos el supuesto de la primacía de la estabilidad, tendríamos que aceptar también un hecho que se desprendería de él: volvernos indiferentes a la preferencia entre dos modelos de república: la de Roma v. la de Esparta-Venecia (aún sabiendo que sólo una lo es verdaderamente y las otras son una licenza de los grandes enmascarada). Y asumir esto contradice lo expuesto por Maquiavelo en el Libro I de Discursos. Maquiavelo piensa que una república perfecta es aquella cuyo régimen se incrementa en el tiempo y cuya ciudad se expande en el espacio. Tiempo y espacio hacen a la potencia del régimen.

Hay dos caminos para la estabilidad. El modelo de “república” aristocrática y el modelo romano. “Así como existe una estabilidad derivada de la unión, así también existe otra, fundada en la des-unión” (Funes, p.82). Y el modelo de roma nos enseña que lo que hace durar es a la vez lo que hace crecer. Duración y crecimiento no se excluyen: se implican y realizan mutuamente si la estrategia es por la vía de la des-unión, única república que merece su nombre y que defiende el florentino.

Fuentes (se recomiendan):

-Ernesto Funes: La desunión. República y no-dominación en Maquiavelo. Gorla. Buenos Aires. 1ra. ed. (2004).

-Quentin Skinner: Maquiavelo. Alianza. Madrid. (1991).