
Espacio de información, diálogo y opinión para la comunidad de docentes y estudiantes de la Comisión 12 de Teoría Política y Social I (Clásica), Cátedra Borón, Carrera de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires (UBA)
martes, 30 de junio de 2009
El miedo, el odio y el desprecio

miércoles, 24 de junio de 2009
Aún más bajo que su habitual "populismo penal"

La invención del Estado Moderno y otra mirada sobre la protección pública
El Estado existe, entre otras cosas, para conjurar la incertidumbre y peligros de la inseguridad civil y social. Negar equidad social es lo mismo que declararse contrario al pacto que instituye una sociedad moderna (1)
Seguridad es seguridad civil pero también seguridad social. Es la seguridad de ser bien curados, la seguridad de un ingreso, la seguridad de ser educados. Es la seguridad de poder garantizar a futuras generaciones condiciones de vida mejores que las que nosotros tuvimos.
Para esto es esencial contar con la seguridad del derecho y no solamente “derecho a la seguridad”. El derecho a la seguridad nunca puede realizarse sin que exista la seguridad del derecho: seguridad de que la ley es pareja para todos, sin privilegios ni impunidad. Destaquemos el hecho de que estas certidumbres sólo pueden serlo inmersas en el orden de una ciudad (o régimen) libre (o autónoma), esto es: con libertad política como expresión del poder de todos, de un bien compartido.
No puede reducirse la seguridad concibiéndola “siempre y solamente en relación con los lugares públicos y de visibilidad pública o con relación a un pequeño número de delitos que entran en la así llamada criminalidad tradicional (sobre todo agresiones con violencia física a la persona y al patrimonio), que están en el sentido común y son dominantes en la alarma social y en el miedo a la criminalidad"(2). Se fue abandonando, lamentablemente, una concepción de la seguridad que tenga en cuenta la provisión de garantías de derechos y de reaseguros sociales a la población, a toda persona que viva en un territorio, cualquiera sea, y por supuesto también de la posibilidad de transitar sin riesgos de ser víctimas de diferentes expresiones de la violencia en los espacios urbanos.(3)
Desde una perspectiva afín, Luigi Ferrajoli nos dice que la exclusión a la que conduce la pobreza como proceso es también un estado en el que las personas son privadas de la ley. Esto es importante porque para este filósofo el derecho debe ser la ley del más débil, una protección para aquellos que no tienen poder.(4)
Para la tradición republicana democrática, son las instituciones las que protegen a los ciudadanos frente a las asimetrías que necesariamente existen en cualquier sociedad. La protección de las leyes es la compensación en términos de capacidades y poder de los menos aventajados frente al que detentan por sí mismos y por su acumulación particular, los ricos y más poderosos.
Por eso, para el republicanismo, sólo somos auténticamente libres cuando toda posibilidad de opresión social o dominación autoritaria es clausurada. Vivimos seguros porque nadie puede someternos arrebatando nuestra libertad común. Por eso, y vean si esto no es un argumento muy interesante, libertad-poder-seguridad son sinónimos y no cuestiones que deben resignarse u oponerse mutuamente.
Esta es una idea republicana no comprendida en tradiciones políticas muy emparentadas con la figura de un líder (a quien siempre se le atribuyen condiciones extraordinarias) y también por el liberalismo, especialmente por el de cuño conservador. “Mientras los liberales equiparan la libertad con la ausencia de interferencia, los republicanos la equiparan con estar protegidos contra la exposición a la interferencia voluntaria de otro: estar seguros contra tal interferencia. Libertad, en este sentido equivale a no estar bajo el poder que tiene otro de hacernos daño, a no estar dominados por otro. La libertad como no dominación –la libertad como seguridad contra la interferencia arbitraria- es un ideal completamente diferente de la libertad como estricta no interferencia.”(5)
Una ciudad republicana y sus ciudadanos, entonces, viven seguros porque tienen un poder público detrás en el que respaldarse, y ese poder es preservado en el ejercicio de la política y sus instituciones libres sobre las cuales –retomando el principio- esa ciudadanía tiene acción y control.
Notas:
(2) BARATTA, Alessandro, "Política criminal: entre política de seguridad y política social", en Delito y Seguridad de los habitantes. Elías Carranza (coord.). Siglo XXI. México. 1997.
(3) DAROQUI, Alcira. “Las seguridades perdidas”, en Argumentos 1. Buenos Aires. 2003.
(4)FERRAJOLI, Luigi: Derechos y Garantías. La ley del más débil. Trotta. Madrid. 1999.
(5) PETTIT, Philip: “Liberalismo y Republicanismo” en Nuevas ideas republicanas. Autogobierno y Libertad. Ovejero, Martí y Gargarella (comps.) Paidós. Barcelona. 2004. Pág. 119.
martes, 28 de abril de 2009
el lenguaje neutralizador

"No es de ahora, pero algo terrible ha sucedido y quizá no lo percibimos. Pareciera que atravesamos el capítulo final de una forma del habla política argentina. Escuchen la publicidad de De Narváez. Un currículum etéreo: el padre, los hijos, la fortuna hecha trabajando. Una receta de querubín: sumar y no confrontar, fórmulas fáciles de los redactores de laboratorio. Y una paradoja patriarcal. “Vengo a ayudar” dicho en primer lugar. Pero agrega: “ayúdenme”. Nunca nadie que haya decidido “venir” dijo que lo hacía apenas para ayudar y encima burlándose, pidiendo en seguida que lo ayuden. Lavativas verbales que aparecen en el lugar de lo que sabemos que es lo político, en su verdad profunda. Una convocatoria asumida en tanto riesgo liminar. En cambio, el círculo ayudador-ayudado es superficial, ficticio. Esta estructura cierra las intenciones colectivas. Destruye de por sí lo político y todas las demás significaciones activas de la vida."