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lunes, 25 de agosto de 2008

Algunas lecturas

En la clase de hoy hicimos una primera aproximación a República, y conversamos sobre los trabajos en grupo que realizaron. En conexión con algunas de esas cuestiones, les comenté algunas obras que podían leerse como una de las infinitas maneras de enriquecer el interés que puede llevarnos desde el arte hacia la filosofía política como de ésta hacia aquélla.

"El pensar y las reflexiones morales", específicamente en lo que hace a la repetición ritual (aún de crímenes) y la devastadora superficialidad que se retrata tan bien me lleva a la película "La Carnada", de Bertrand Tavernier. Y si se trata de dispositivos penales de experimento sobre jóvenes "difíciles", imperdible La naranja mecánica. Ya sea la versión en cine dirigida por Stanley Kubrick o la obra original de Anthony Burgess (al que nunca le conformó la genialidad que hizo Kubrick).

Una novela que retrata de manera muy sutil y a la vez implacable la Dictadura argentina (1976-1983), Dos veces junio, del escritor argentino Martín Kohan, rebosa de situaciones en las que la banalidad del horror es innombrable.

El lector, de Bernard Schlink, es una novela altamente recomendable sobre los crímenes y las culpas generacionales en Alemania (omitan leer la contratapa del libro porque el sujeto que la hizo -entiendo que en nuevas ediciones el error fue corregido- agregó un detalle que si es conocido por el lector antes de empezar arruina una de las revelaciones tan sorpresivas como claves del libro).

El corazón delator, de Poe, utilizado por uno de los grupos puede llevar a la lectura de Cavar un foso, de Adolfo Bioy Casares. Y en los fragmentos de Eduardo Galeano citados por otros compañeros/as se alude a Mauricio Rosencof. Es quien escribió la conmovedora Las cartas que no llegaron.

El mito de las razas, en el Libro III de República, puede conducirnos a 1984, de George Orwell. Y la persecución a la disidencia en una polis despótica está bien lograda en las logias de Fahrenheit 451, de Ray Bradbury (versión en cine nada menos que de Francois Truffaut) y el genial Los últimos vermicelli de Roberto Fontanarrosa.