OPINION 
Por Horacio González *
Los acontecimientos que llevaron a la muerte de  Mariano Ferreyra, los de Formosa y los de Villa Soldati –serie por demás  preocupante y grave– ponen a la política argentina, nuevamente, en el  máximo de la exigencia moral e intelectual. Distintas situaciones y un  único sentimiento de profunda incomodidad: no es posible que quede  inhabilitado un cimiento esencial de las políticas públicas, la no  represión del conaflicto social. Algunos de estos hechos parecerían  confusos, porque se trata de manifestaciones, reclamos o  reivindicaciones que de por sí entrañan actos de fuerza. Y en ellos hay  grupos sociales o políticos que pueden actuar con contundencia,  expresarse con ciertos despuntes de violencia, arrojar proyectiles  diversos, etc. De ahí que ciertos espíritus amigos del realismo  político, aun repudiando los acontecimientos, entran enseguida en  diversas disquisiciones: estaba la “izquierda”, “tenían armas tumberas”,  “se encontraban también armados”. Incluso dicen que hay provocaciones o  intereses difusos detrás de manifestaciones bienintencionadas. Puede  ser, aunque no lo creemos. Pero quiero tratar aquí un tema de naturaleza  ética: la absoluta exigencia de tomar partido por las víctimas  sociales, los débiles de la historia, sin más. No cabe aquí pensar desde  la razón de Estado. Una ética social activa, una ética refundadora de  derecho y sociabilidad, lo es siempre “sin más”.
Ciertamente, no ignoramos la paradoja de las consecuencias, que un  viejo maestro, Max Weber, hiciera centro de su teoría de la acción.  Deseamos el Bien y actuamos en consecuencia. Pero obtenemos otra cosa,  situaciones desarregladas, empeoramientos del cuadro social. Incluso  obtenemos el Mal. Todo ello es motivo para acentuar la conciencia  responsable, la autorreflexión sobre las propias acciones, la sabiduría  sobre ciertas relaciones de causa y efecto que los pliegues últimos de  la sociedad siempre contienen al margen de nuestra capacidad de  guiarlos. Ese es el deber de los movimientos sociales reivindicativos.  Pero no es motivo para no pronunciarnos, sin ninguna mediación ni  cálculo, en favor de quienes son históricamente dañados. Se dirá que eso  no precisa de recomendación alguna, lo hacemos siempre y sin  dilaciones. No, no es así. Suele predominar en los ambientes políticos  una milenaria sentencia ante los hechos más graves: ¿qui buono? Esto es:  “¿A quién favorece?” Murió alguien... pues bien, ¿de qué sector? ¿Son innominados, tienen  nombres que no nos gustan, han vilipendiado nuestros propios nombres?  Si reprobamos duramente, ¿no corremos el riesgo de quedar bien con  nuestra conciencia, pero desconocer las situaciones complejas en que  ocurre cada hecho? ¿Y si nos sacamos el gusto de hacer el clásico  comunicado de las almas nobles, pero no solo conseguimos el castigo de  los represores sino que también debilitamos a un gobierno nacional y  popular que no controla todas las instancias que actúan en la vasta  urdimbre nacional? 
Sí, se escuchan pensamientos como éstos. Pero en este  caso solo caben, pues este es un tema que está en el corazón de época,  los pensamientos en torno del victimado social y no de la justificación  del Estado. Sin más. “Sin más” quiere decir que este momento reclama una  dimensión ética bajo su propia responsabilidad y peso moral. Ella sola  pueda juzgar lo ocurrido en las tinieblas represivas de la sociedad, sin  consideraciones aleatorias. Cuales serían “hay que ver quién comenzó  primero”, “traían piedras”, “los atacaron”, “interrumpían el flujo  circulatorio”, “sirven a otros intereses”, “afectan a nuestros aliados”.  No. Es época de una ética sin más, una verdadera reforma moral e  intelectual en nuestra facultad de juzgar la escena del presente. Porque  el Estado es operativo solo cuando pone de lado sus propias  justificaciones, nutriéndose solo de la justificación social.
No puede haber, en este momento, ninguna idea de Estado capaz de  relacionarse con un núcleo importante de transformaciones, que no asuma  esa dimensión ética, sin más. El ex presidente Kirchner, al concretar la  propuesta de policías de-sarmadas ante el conflicto social, introdujo  en la historia nacional contemporánea el principio del socratismo  democrático. Esto es, “prefiero sufrir una injusticia que provocarla”.  Hace muchos años, a comienzos del siglo XIX, el mariscal brasileño  Rondon marchó por el Amazonas Occidental hacia el Norte, sin responder  los ataques de las etnias originarias, asentadas en el territorio. Se  trataba de extender el telégrafo, pero este soldado humanista, fundador  de un credo trascendental en Brasil, hoy casi olvidado, había decidido  que marcharía con la consigna socrática. No era ingenuidad, una decisión  marginal e inocua. Era una forma de refundar instituciones públicas  democráticas y crear una moral política para los Estados, fácilmente  tachadas de candorosas y aun de peligrosas para la “seguridad”. Pero ese  pensamiento era un don. Tal como los grandes antropólogos lo  definieron. El don es dar algo sin pretender que sea una respuesta de  equivalentes; es también omitirse de una acción que sería la  “contraprestación” exacta a la agresión que probablemente recibimos. No  se trata de la otra mejilla, sino de instituciones con la fuerza  eminente de sus convicciones sin más.
No fue un utopista, sino un hombre práctico y lúcido, como Kirchner,  el que inauguró estos pensamientos que los filósofos habían pensado en  sus grandes textos. No hay hoy esos filósofos. Pero de vez en cuando,  inesperados políticos, excepcionales funcionarios y hasta remotos  soldados de los que no podría esperarse el don de reproponer esos textos  en una sociedad contemporánea compleja y quebrada por subterráneas  pulsiones de justicia desatendida y de muerte, vuelven a recordar esos  escritos célebres. Que además pueden no haber leído. Pero los reciben  como legado subterráneo e insospechado. En una prueba de que siguen  existiendo más allá de que en las universidades hablen sobre ellos. Y  ahora, en estos momentos difíciles para esta ética del “sin más”, vemos  la serie aciaga de estas muertes en las que participan agentes  policiales, barrabravas y matones sindicales, estructuras armadas del  Estado que vuelven a desenfundar sus armas viendo en manifestantes,  pueblos étnicos, militantes políticos, autores de una supuesta amenaza  para el orden. No. El orden incluye dos cosas. La incorporación de la  manera en que lo que lo desafía, que lo hace mutar hacia formas más  igualitarias. Y su autorreflexión, en el sentido de contener su fuerza,  para descubrir nuevos motivos de su propia democratización. Se dirá que  esto es ingenuo. Pero sin esta “ingenuidad” no se sostienen los cambios,  reparaciones y sensibilidades nuevas.
No obstante, no hay tal la ingenuidad. Se trata de una productividad  política nueva. Incluso es la única forma de comenzar las reformas del  orden policial viciado que tantas veces se ha intentado, liberando a sus  propios agentes del pensamiento represivo. Las reformas han fracasado,  aun las mejor formuladas, porque no han ingresado en los misterios de la  subjetividad del Estado, con sus tendencias contradictorias, entre el  servicio social y la represión. También la agresividad que puede anidar,  incluso, en los movimientos sociales inspirados por viejas y justas  demandas, podrá también dejar paso a otras formas de acción, que otras  sociedades y procesos políticos transformadores han practicado. Dígase  que el tosco macrismo es una parte importante de la conciencia en  retroceso de un sector de la población, sumergida en miedos inducidos y  en soluciones represivas, xenófobas y encastilladas en pequeños  privilegios, que no serán tales pues solo contribuyen a una vida  atomizada, menguada, sin verdaderas certezas comunitarias, reemplazadas  por la derechización del carácter personal y una moral que corroe las  capacidades subjetivas de todo tipo.
Los acontecimientos de Villa Soldati y los que los precedieron  componen un encadenamiento que es preciso detener, desde luego que con  nuevas políticas sociales, de vivienda, de reconocimientos materiales y  simbólicos, de inversiones en infraestructuras que atañen a la vida  popular, de educación con nuevos descubrimientos pedagógicas y  lingüísticos, de tecnologías que ingresen en la vida cotidiana para  fortalecer sus creatividades dormidas, de conversión de las villas  miserias en ciudades originales, integradas a la ciudad real con sus  propios esfuerzos culturales y planificadores, develando en sí misma el  rechazo a reproducir la razón económica de las metrópolis y las mismas  estratificaciones clasistas en medio de las vidas marginalizadas. La  vida popular no puede ser, como lo está siendo, la tentación para  reproducir internamente poderes oscuros iguales a los que también la  avasallan.
La sociedad argentina está decidiendo. Ahora mismo, y en cada  militante social, sobre todo entre los que ven con especial simpatía los  tiempos que transcurren, está decidiendo sobre una disyuntiva. O bien  triunfa una moral pequeña, que se pregunte “a quién beneficia esto”. O  prospera una moral sin más. Esta última es la moral que percibe que son  las propias transformaciones ya practicadas las que están en peligro  cuando ocurren episodios mortíferos como los que comentamos. No actuar  contra ellos políticamente, sin ningún otro tipo de consideración, “sin  más”, lejos de convertirnos en almas candorosas “que no sabemos medir la  correlación de fuerzas”, nos convierte en conciencias nuevas para un  destino de justicia renovado en el país. Renovando la autorreflexión de  todos los sujetos actuantes, la de los movimientos sociales, y la del  Estado, que debe autocontener lo que debe monopolizar, en especial la  violencia.
* Sociólogo, ensayista,director de la Biblioteca Nacional.
Artículo publicado por el diario Página/12, el 11 de diciembre de 2010. link.
 
 
2 comentarios:
prof. les hago una consulta: como comenze este cuatrimestre, tengo q rendir en febrero directamente el final... cuando van a estar confirmadas las fechas o si ud tienen idea de cuando seria en principio?
Si cursaste con nosotros las fechas de finales las fijamos para el pasado 9/12 para T1 y hoy 16/12 para T2. Lo dijimos y está publicado en el blog. Sin perjuicio de ello, si tu plan es rendir en febrero podés consultar las fechas en la pagina web de la facultad, en donde suponemos que estarían publicadas ya.
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