jueves, 5 de marzo de 2009

SusAnita Bryant

Agitar la necesidad de la pena de muerte es una práctica tradicional de los feligreses del fascismo de sentido común. Dicen hablar desde el sentir del pueblo, pero sabemos que existen razones de moral pública (nuestra Constitución), de razón particular (la mayor parte de los credos) y de eficacia puramente empírica (trabajos científicos) que nos persuaden en contra de una medida semejante.

Últimamente se comentaba, entre personas que leen algo más que carteles, los dichos de Anita Bryant, un personaje nefasto que conocimos gracias a la película Milk. En esas lamentaciones estábamos hasta que la fauna local nos proporcionó una nuestra: Susana Giménez. Se trata de una conductora de televisión argentina que amasó fortunas replicando un programa italiano que tenía en su lugar a Rafaela Carrá, bastante más atractiva y menos estúpida.

Podríamos tentarnos con una falacia ad hominem: impugnarla por lo que es y no por lo que dice. Pero, ¿por qué contentarse con poco si podemos hacer ambas cosas? Por ejemplo, podemos decir que supo ser socia de un cura acusado por el delito de violación y abuso de menores. Y que se vio envuelta en el contrabando de autos para discapacitados y que escondió el de ella en un establo para no pagar impuestos; que contribuyó como pocas a empobrecer con su noventismo el criterio de las doñas rosa que la siguen y sueñan ser como ella . Si les gustan estos refrescos de memoria, visiten el último post de don Diego F. en Mundo Perverso. Pero si quieren seguir con algo que justifique la inclusión de semejante idiota en un blog de teoría política, continuemos.

Esta formadora de sentido común de los homo-videns se indignó por el asesinato de su florista (y es verdad que fue un crimen aberrante). Pero se despachó con una catilinaria bochornosa. Dijo "Terminen con los Derechos Humanos y esas estupideces. Basta con los menores; el que mata tiene que morir." Epa, mejor dedicate a lo tuyo.

1-La Constitución la prohíbe definitivamente, en el art. 18. Y la reforma de 1994 por la que se incluyó la mayoría de los tratados internacionales lo refuerza. No se puede reimplantar sin renunciar a ambas cosas. Sería como abolir la sociedad política.

Dato interesante que debe tenerse en cuenta: esta pena (que por otro lado constituye
un trato cruel y degradante, y también un tormento, cosa que también prohíbe la CN) no sólo la pide la gilada televisiva, los galanes grasas, los juntabichos, y la Radio 10W. En su momento la minoría ilustrada y calificada en leyes también lo hizo. Sucede que se aplicó por primera vez en 1914 (orden conservador), se la eliminó en 1921 (gobierno constitucional), en 1932 la Academia de Derecho (!) recomendó su reimplantación y en 1933 (gobierno de facto) realizaron 5 ejecuciones. Destaco la espantosa recomendación académica, ya sabemos que en otros tiempos se fusiló o se torturó y asesinó sin preocuparse por la legalidad de nada.

2-Es imposible la justificación moral de la eliminación física de la persona humana como pena atribuible a un delito grave o uno común. Descarta todo criterio de proporcionalidad. Si, como muchos filósofos piensan, es imposible la certeza o inaccesible la verdad, es difícil asumir moralmente la ejecución de una persona. Pero si acaso fuese posible la infalibilidad procesal, las razones morales seguirían impugnando la medida.

3-Hay un argumento interesante en Utopía, de Moro. Él señala que si la pena del delito es la muerte, los criminales actuarán con mayor zaña pues deben asegurarse la eliminación del testigo-víctima cuyo testimonio futuro podría enviarlos a la horca.

El típico argumento de la
prevención general negativa sobre el supuesto valor disuasorio de semejante pena es una mentira total y un fracaso notable. Se sabe que antiguamente al menos 2 de cada tres condenados a muerte por distintos delitos habían presenciado antes una ejecución pública. Hoy, en los países donde existe pena de muerte la evidencia marca que su vigencia no redujo la criminalidad. No sirve, muchachos. NO sirve. Salvo que reconozcan su militancia en la más nefasta de las tradiciones de justificación de las penas, la de la prevención especial negativa: caer sobre quienes supuestamente cometieron un delito y proceder a su eliminación o neutralización permanente (hay variantes varias, tirarlo al mar, amputarle lo que haga falta, congelarlo hasta el 2030, sacarle el 75% del cerebro y hacer fertilizante orgánico, etc).

Entonces, tengamos en cuenta algunas premisas:

a) No hay relación entre el derecho penal y la "seguridad". Al menos no como la imagina una parte importante de la ciudadanía.

b) Es falso que el endurecimiento penal genere más seguridad.

c) Es muy probable, al contrario, que mayores impulsos punitivos terminen generando por sí mismos mayor inseguridad (abusos de toda clase, falsedades probatorias, violaciones graves etc. en el proceso).

d) Las recientes reformas manoduristas a nuestro CP, como las del pack blumberg, fueron pésimas e ineficaces.

e) El derecho debe ser una garantía igual para todos (eso beneficia a los sujetos menos aventajados, porque no tienen poder particular). No me detengo en esa burrada de "derechos humanos para los delincuentes", latiguillo de la precariedad si los hay. Pero sí marco un alerta con recientes argumentaciones (otra vez de encumbrados doctores de la ley) que hablan de un derecho aplicable a los ciudadanos y otro distinto y simultáneo que llaman derecho penal del enemigo (la Guantánamo Parade)

Atenti con ésta poesía de la señora Walsh (que publicó cuando el indultador de genocidas y lector de Sócrates comenzaba un sending fruit amenazando convocar a un plebiscito sobre ésta pena):

"Fui lapidada por adúltera. Mi esposo, que tenía manceba en casa y fuera de ella, arrojó la primera piedra, autorizado por los doctores de la ley y a la vista de mis hijos.
Me arrojaron a los leones por profesar una religión diferente a la del Estado.
Fui condenada a la hoguera, culpable de tener tratos con el demonio encarnado en mi pobre cuzco negro, y por ser portadora de un lunar en la espalda, estigma demoníaco.
Fui descuartizado por rebelarme contra la autoridad colonial.
Fui condenado a la horca por encabezar una rebelión de siervos hambrientos. Mi señor era el brazo de la Justicia.
Fui quemado vivo por sostener teorías heréticas, merced a un contubernio católico-protestante.
Fui enviada a la guillotina porque mis Camaradas revolucionarios consideraron aberrante que propusiera incluir los Derechos de la Mujer entre los Derechos del Hombre.
Me fusilaron en medio de la pampa, a causa de una interna de unitarios.
Me fusilaron encinta, junto con mi amante sacerdote, a causa de una interna de federales.
Me suicidaron por escribir poesía burguesa y decadente.
Fui enviado a la silla eléctrica a los veinte años de mi edad, sin tiempo de arrepentirme o convertirme en un hombre de bien, como suele decirse de los embriones en el claustro materno.
Me arrearon a la cámara de gas por pertenecer a un pueblo distinto al de los verdugos.
Me condenaron de facto por imprimir libelos subversivos, arrojándome semivivo a una fosa común.
A lo largo de la historia, hombres doctos o brutales supieron con certeza qué delito merecía la pena capital. Siempre supieron que yo, no otro, era el culpable. Jamás dudaron de que el castigo era ejemplar. Cada vez que se alude a este escarmiento la Humanidad retrocede en cuatro patas."


2 comentarios:

l.c.d.n dijo...

Se le sumo Marcelo. Cada vez son mas? :) Saludos!

Diego F. dijo...

Muy bueno el post, les agradezco la cita.
Ahora que tengo la materia promocionada ya puedo comentar sin que sea considerado chupamedismo, ¿no? :P
Esa parte de Utopía que citan la tengo en un borrador para postearla, pero todavía no terminé de transcribirla. Para mi que Susana -y el club de los fachifamosos PRO-mano dura- constituye un error en el tiempo-espacio. Traigan a Moro, devuelvan a Susana.

Saludos! (Y nos vemos este cuatrimestre en teo2).