En éste fragmento hay algunas cosas que discutimos: el poder (político), el
pueblo como uno de los dos actores en la ciudad, la capacidad de organización y la militancia, el compromiso de los sujetos, la representación, los medios, la
licenza de los grandes y la violencia y un largo etcétera.
Lo tomé del capítulo semanal que el filósofo José Pablo Feinmann publica los domingos en Página/12 con el título
Peronismo. Filosofía política de una obstinación argentina. Su lectura, al menos para los no-peronistas como yo, resulta por demás interesante. Ahora está en pleno 1973, año intenso y complejísimo.
Si hacen el esfuerzo de leerlo en clave
maquiaveliana, aparecen aún más ingredientes. Va:
"EL PODER PARA TOMAR EL PODER SE CREAIgnoro si –como dicen Anguita y Caparrós– habrán sido Elvio Vitali y su amigo los inventores de la consigna del doble poder: “La Casa de Gobierno/ cambió de dirección/ Está en Vicente López/ Por orden de Perón” (...) Se trata de una consigna fundamental para entender la historia del peronismo desde el ’55 hasta el regreso de Perón y hasta la tercera presidencia del líder popular.
En el frío mes de diciembre de 1984, en la Universidad de Maryland (por eso el diciembre era frío), hubo un congreso de escritores y ensayistas. Mi ponencia giró en torno del tema política y verdad y uno de sus pasajes esenciales llevaba por título: El doble poder. Durante la época en que surgió la consigna del doble poder “se hablaba más de la creación del poder que de la toma del poder.
El poder se creaba a través de la movilización popular. (Nota: No es casual que el Nº 9 de Envido, de fecha mayo de 1973, salga con una tapa cuyas grandes letras dicen:
Gobernar es movilizar. Esta notable consigna –siempre presente, siempre necesaria en teoría política– fue fruto de la imaginación y el talento de Horacio González. Para todos nosotros resultó luminosa.
Como cualquiera podrá imaginar, cuando Perón, el 21 de junio del ’73, larga su orden de iniciar la “etapa dogmática”, nosotros no podíamos sentirnos agradados por esa propuesta. Lo veremos. Pero, quién no lo ve,
Gobernar es movilizar y
Etapa dogmática son antónimos. Una consigna propone la libertad, la imaginación, la creatividad más absoluta. La otra es autoritaria y dictatorial.) Había un poder del sistema. Un poder institucional representado por la gran burguesía y las Fuerzas Armadas. Y había un poder popular.
Un poder que se construía en el llano. Un poder que surgía de la organizaciónmilitante del pueblo.(...)
El doble poder no llevaba a la militancia a la paralización. Un poder en Madrid. Otro en la Casa Rosada. Había que unificarlos. Había que poner al hombre de Madrid en Balcarce 50. Para eso había que militar.
¿Qué era militar? A ver si los políticos de hoy entienden esto: la militancia era territorial. Se trabajaba barrio por barrio. Los militantes tocaban los timbres de las casas y pedían hablar con las familias. Muchos eran aceptados, otros no. Pero el diálogo era mayoritario. Los militantes hablaban con los vecinos y les explicaban la coyuntura, lo que estaba en juego, la necesariedad de la participación de todos para recuperar una democracia popular. No era fácil. El militante siempre tenía una Unidad Básica en el barrio, que era su ámbito de discusión y de formación política. Ahí se elaboraba lo que saldría a decirle a la gente. Había que empezar hablando de las cosas cotidianas. Del pan, del azúcar, del alza de la carne. Y por supuesto: del fútbol. El militante de 1973 tenía que saber mucho de Huracán y del flaco Menotti. (...) Esto, si el militante territorial lo sabía bien, si lo había visto jugar a Huracán y cómo y por qué ganaba el metropolitano, era una herramienta importante para ganarse la amistad de la familia.
De pronto, empezaba a hablar de política. Y ahí empezaba la parte más profunda de su tarea. Qué pensaba la familia. Qué esperaba. Qué le gustaba de Perón, qué no. Si habían vivido los primeros gobiernos. Si querían que siguieran gobernando los militares. Qué pensaban de la juventud peronista. Y, por último, qué pensaban de la violencia, de las formaciones especiales.
Este trabajo de superficie, territorial, más necesario, era a causa de no disponer de los medios de comunicación.
A la casa de la familia el régimen entraba con la televisión, el pueblo con el militante, esto se pensaba y estaba bien pensado. Cuando el 17 de noviembre el militante Jorge Rulli, en un arranque de entusiasmo combativo, grita: “¡A los barrios! ¡A tomar los barrios!” sabía lo que decía, pero no ignoraba que los barrios –muchos de ellos– estaban tomados. Tomados por la tarea territorial de la militancia. (Ver: La voluntad, ed. cit., p. 655.) También sabía lo que decía el general Viola cuando, en 1977, en IDEA, habló sobre “La lucha contra la subversión” y destacó la importancia de la “subversión territorial”. Y cómo fue eliminada. (Nota: Los empresarios habrán escuchado satisfechos. Notable coherencia la de IDEA. Siempre es admirable una línea de conducta que no se quiebra. El capitalismo es así. Siempre sabe dónde están sus mejores aliados. En 1977 eran el general Viola y sus campos de concentración. Qué horrible, en verdad. ¿Era necesario que apoyaran algo tan extremo? Parecerá una pregunta idiota. Pero la elección de la metodología francesa en Argelia no era la única que tenía el ejército argentino. ¿No hubo un empresario que lo dijera? Ese día, ¿no hubo nadie de IDEA que le dijera a Viola que el camino elegido había fracasado en Argelia y en Vietnam y se consideraba innecesariamente cruel? No, nadie. Además, en 1977, lo esencial de la matanza estaba hecho. Ya estudiaremos la Escuela Francesa. Si no, no se entiende nada.) Porque, en efecto, se eliminó la “subversión territorial” con tanta saña como la subversión armada.
(...)
La militancia territorial era la creación de poder. Para los que sosteníamos esta militancia por sobre todas las otras,
era claro que el poder no salía del fusil. Era claro que consignas como “Fusiles y machetes por otro 17” no nos expresaban. Los militantes barriales eran los verdaderos militantes de base.
Eran la antítesis del foco. En cierto momento de Montoneros –cuando dejan las armas y se dan una política de superficie– esta militancia pasa a primer plano. Pero los fierros la estropean de inmediato.
Cuando los fierros ocupan el territorio, la militancia territorial desaparece. Se produce el reflujo y lo único que queda es
la crítica de las armas. Que –si recordamos la concepción de Marx–
no puede transformarse en fuerza material si no se apodera de las masas. Toda violencia alejada de las masas es violencia de aparato. De aquí que la militancia territorial sea un largo trabajo que antecede a cualquier otra acción, pues toda acción deberá basarse en la movilización del pueblo.
Resulta poco aceptable que un gobierno como el actual no realice este trabajo esencial de la política de masas. La falencia proviene de una
sobrevaloración de los medios de difusión. Que este gobierno tampoco los tiene. ¿Cómo, entonces, es posible que un gobierno de base peronista, que reclama una inserción en las tradiciones militantes de los ’70, no lleve a cabo militancia territorial, formación de cuadros? En 1973, cuando marchó a Gaspar Campos a “romper el cerco”, la Jotapé decidió esta medida el día anterior. Al siguiente tenía 100.000 personas en la calle. El actual gobierno, en cambio, fue superado en masividad por el bloque llamado “el campo” en esa competencia de fuerzas que se hizo el año pasado en la Av. 9 de Julio. Cierto: “el campo” nucleaba todo. Ahí estaban el estanciero Miguens, el piquetero Castells, el señor Blumberg, la procesista Pando, el PO y algunos que he preferido olvidar. Pero el “peronismo” sólo se redujo a su aparato movilizable. ¿Cómo es posible? ¿No hay bases? ¿O no las tiene este peronismo? ¿Las tiene Duhalde, el gran candidato de la derecha, el peronista al que los gorilas aman? Tampoco. No las tiene nadie. Las bases están abandonadas. Porque está abandonada la política de base.
Lo que los jóvenes de los ’70 llamaban: la organización territorial del pueblo. Este era el poder que se creaba a través de la militancia.
Porque el poder se toma. Pero el poder para tomar el poder se crea. Se decía esta frase durante esos años. No estaría mal volver a pensarla..."
(JPF, artículo completo aquí)